domingo, 8 de febrero de 2009

Siempre que se le calienta el gancia se cabrea


Mira por el ojo de la lupa y ve híper- amplificado el universo unicelular del limón que exprimió para mezclar con el gancia que se está zampando. Está un poco calienta y pica en su garganta. Siente el gusto del cítrico. El gancia le hace acordar a una lady que le hizo una tan amarga como el limón que ve a través del monóculo de la lupa.

Es amarillo y verde. No las llega a ver pero imagina el quilombo celular que debe haber dentro del limón. Se figura a las células chocando descontroladas cómo si- en los átomos que la conforman- los electrones, neutrones y protones se hubieses descasado de las dictatoriales órbitas que los quieren controlar y someter. Toda partícula quiere escapar y lucha por deshacerse de la prolija opresión ejercida por las orbitan que obedecen debidamente al señor átomo porque saben que de alguna u otra manera el indulto llegará.

Tal es la tenaz lucha de toda partícula insurgente que hasta dejan de ser ellas mismas. Algunos protones se vuelven neutrones, aparecen algunos electrones travesti que vaya uno a saber en qué se convierten.

Se ganan y se pierden batallas. El átomo cambia de forma. Sin embargo- como en la percepción ocular- por más cambios que se produzcan siempre existe una constancia que hace que su estructura básica funcione de igual manera siempre. Y las pobres partículas siguen inmolándose en interminables y épicos choques amasijantes.

El gancia lo llama de nuevo. Vuelve a observar el limón y ahora ve un lupanar. Las moléculas copulan copiosamente unas con otras bajo la atenta mirada del jefe. Es que el jefe, a pesar de todo, necesita a las insurrectas moléculas para que las cosas funcionen. Sin partículas a las que dominar, las órbitas no tendrían a quién controlar de manera que tendrían tiempo de rebelarse. Allí el jefe hallaría un problema y las destruiría; y se autodestruiría. Eso no tiene lógica para el jefe por eso otorga 3 días de jolgorio para que las partículas se reproduzcan. Eso sí, solo por necesidad estructural. En el mismo instante en que el jefe descubre a algún infeliz protón gozando con una libertina electrona manda que los eliminen sin escrúpulos.

No se sabe bien por qué los electrones, neutrones y electrones tienen conductas tan suicidas. No se conoce de donde les sale esa desconfianza a ultranza acerca de las verdades glaciales del átomo. No se sabe porqué discuten casi todo si en una circunstancia u otro finalmente van a perder. Siempre dirán: “Nos ganaron una batalla pero no la guerra” cuando en el fondo de sus podridos corazones saben que la guerra terminó ya mucho hace tiempo y está perdida. Sólo es un juego para estar entretenidos. Sin embrago, tercos, dicen que se puede. Tanta es la descerebrado vehemencia con que discuten que generan creencia. Al menos sólo para tener un mágico momento lúdico antes del psicópata asesino amanecer.

Mira otra vez después del enésimo trago de gancia. El lupanar se volvió cementerio. Al parecer los niveles de gozo a los que se llegó fueron los necesarios para que el jefe se enojara. Las moléculas están negras, quemadas, rancias, muertas. El limón quedó negro, quemado, rancio, muerto. Los átomos cambiaron de forma. Se echó a perder pero al jefe le sigue sirviendo. Sólo un nuevo paquete para el mismo producto. Ese que ellos producen, distribuyen, venden y compran. A él ya no le sirve. Nunca pondría un poco de jugo de ese rancio limón en su gancia.

Las partículas muertas yacen aplastadas en las calles orbitales. La última visión que le vende la lupa es la de una protona muerta que lo mira con ojos en blanco, cara de nada, mueca de lado y con dos lágrimas en un ojo (dicen que las lágrimas de las protonas son los que nos zampamos en nuestros gancias y a las que llamamos jugo de limón)

Siente ganas de vomitar. Se manda otro trago. Ese limón no le sirve más. Se va a buscar otro. Inevitablemente va a recordar a esa lady que le hizo una tan agria como el limón rancio que está tirando. Piensa: “¿Será que era una protona y yo un eléctrico iluso electrón que estábamos en un limón que quedó tan negro como el anterior?” Sin duda, está tornando paranoico. Y sigue “Quizá fueron 3 días de jolgorio que nos dio el jefe sólo que se ensaño nada más que conmigo. O en una de esas ella era una espía complotada con las cúpulas. Si,. Seguro era un a fucking órbita que se vistió de protona irresistible para joderme”.

Tiró el amargo limón y le dieron náuseas. Imagina que ahora está en un limón podrido que alguien tira. El gancia se le calentó más de la cuenta. De todas maneras piensa tomárselo todo. Las palabras lo tienen de rehén y no tiene hielo. Siempre le paso lo mismo: la eyaculación textual precoz.

Va con otro sorbo. Sigue caliente. Siempre se cabrea cuando se le calienta el gancia. “Es una verdadera bazofia”, piensa. Va por otro trago del volcánico jarabe ardiente como el infierno. Y todo por un puto limón.

2 comentarios:

  1. Como estudiante de Licenciatura en Ciencias Quimicas, estoy en condiciones de decir que: Lo que ud dijo es verdad y que el gancia es una verdadera bosta.

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  2. Bueno. A mi el gancia me gusta pero claramente frío. Si no parece cualquier otra cosa.

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