Pero tampoco existe lo falso. Entonces ¿Que existe? Existen las cosas. Y las palabras no son cosas. Son entes en lugar de cosas imposibles de aprehender.
Diremos con Nietzche que lo falso no existe porque su opuesto tampoco “es”. No tenemos constancia de la existencia de la verdad. La verdad es otra palabra que creímos y que se iguala a la palabra perro o desintoxicación (en las que creemos tanto como en la primera). La verdad es pura creencia e invención. Artificio. La verdad, aseguró el filósofo alemán, sólo es en relación a lo moral y cultural, sendas invenciones también.
Aún la verdad en “sentido extramoral” es un invento. La verdad se forma con residuos que quedan en los dientes sociales y que ningún cepillo pudo arrancar. La verdad muchas veces pudre los dientes. En una red se atascan creaciones que cuajan y forman la verdad. La verdad es poder. Las palabras son poder. Las palabras y el poder son también palabras y son neutras. No son. Las personas si son.
Estas palabras son puro invento. Y son poder. El poder es neutro. Sólo existe el efecto. Pero el efecto está fuera de las palabras. No existe diferencia entre texto y discurso por más que este último se encarne en personas. Sólo existe el actuar humano. Poco importa una ley del suicidio si no hay dispuestos a colgarse. El poder está en el lector.
Cuando alguien lea este texto, el poder será suyo. Nada depende de quien lo inventó. El poder del inventor está en el momento del acto de invención. Y nunca más. El acto de la lectura es el acto de asesinar al creador del texto que se lee.
Esto mismo que está aquí escrito no es verdad. Nada puede serlo en estos términos. Pero tampoco es mentira. No existe la mentira por la mera imposibilidad de ser de la verdad. Entonces, lector. Asesíneme. Lea. Conviértase en criminal y tenga el poder. Yo ya casi lo pierdo. Que el cuchillo no detenga su marcha hasta el final. Mate el escritor. Antes de que este lea y termine por suicidarse con palabras. Lea usted. Invente. Cree. Juegue. Gracias.
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