domingo, 1 de febrero de 2009

La escala del virus



Ahora se verá un esquema de lo que puede llamarse escala axiológica del virus. No crea el lector que los gráficos se salvan de infectar. Si un gráfico está explicado ya tiene dosis de virus. Por eso, cuando un crítico explica una pintura, lo activa. Ya ven que el que es perverso es el lector.

Virus más nocivos: Los ensayos pretenciosos y las informaciones "mediadas".

Virus menos nocivos: La poesía y la prosa poética

Allí tenemos los dos extremos. Por un lugar, la poesía; por otro, la información. Dos polos de una escala que marca la intensidad del virus en el lenguaje. Ya habíamos adelantado que la poesía es la máscara más bella que luce el lenguaje. Nada más efectivo y duradero en el lenguaje que lo poético. Que no se acaba de forma tan veloz porque es confuso positivamente, es un a media luz que llama la atención y seduce. Nada está dicho literalmente allí. Que lo literal ya sabemos que es la muerte.

Lo vivo no tiene forma definida, muta, se transforma, cambia. La poesía es algo vívido. Es la formas más mentirosa y travestida del lenguaje y por eso- aunque parezca paradoja- más leal. Eso porque asume su carácter de carente de fundamento y de esa manera nos hace asumir esa característica. Percibimos que es artificio, y como todo ser humano, disfrutamos con el juego que nos propone. El de la imaginación, el del invento, el de la combinación de sonidos. El del lenguaje.

Interpretamos con el psicoanálisis que la fantasía es imprescindible para el ser humano y que cuando se topa con cosas reales es en donde siente frustración. El lenguaje se debe asumir como parte de lo fantasioso y fantasmático. Y de las cosas reales nos ocupamos por otro lugar.

Atravesando toda la escala del virus llegamos al extremo más dañino. El de los ensayos pretenciosos y de la información que aparece en los medios. Nunca hubo virus más mortal para el ser humano que tomarse demasiado en serio las palabras escritas por un ensayista. Podemos coincidir, podemos disentir, pero son sólo palabras. Podemos entrar en el juego simbólico de valorar o defenestrar pero en definitiva hablamos en medio de la nada. Nunca estamos más desamparados, en el aire, sin respuesta, que cuando usamos palabras. En ese momento, somos indefensos de alma necesitando cáscaras para cuidar lo frágil adentro.

¿Acaso se habla cuando se ama? ¿Se explica el odio? Todo explicación de sentimientos es prostitución, descenso del alma. Nada más indigno se ha visto en la tierra que una muerte a causa de un discurso. Nada más aberrante que el efecto de muerte provocado por las palabras en la vida; que nada se relaciona con ellas. Se debe tender a inventar con las palabras a favor de lo vital. No a favor de lo mortal. Sólo lo bello cura. Lo bello no en sentido moral o cultural. Lo bello de la manera más acercada a lo puro. Que aunque sepamos que nada hay detrás, como ya se dijo, la fachada sea bella. La poesía es bella. En la otra punta está lo presumido de verdad, de realidad, de información, de conocimiento.

Los medios de comunicación a menudo tienen como consignas algunas de estas frases: “El lugar de la información”, “lo que nadie te dice”, “donde vive la noticia”. Frases pretenciosas y tonterías por el estilo. Los cronistas aseguran “haber estado allí” y nosotros creemos en ellos.

Y no se dice aquí que sea por mala fe. Nada parecido. Sino, que ellos están tan convencidos de que es así que lo asumen como real. Cuando lo real no existe. Ya veamos como difiere el comentario de un hecho relatado por dos diferentes fuentes. Y ni que hablar sobre la experiencia personal contrastada con la experiencia mediada por un diario, por ejemplo. En este tipo de textos, como los de los medios de comunicación, es en donde el virus encuentra caldo de cultivo y se mueve en su hábitat. Allí es cuando, menos mentiroso, más dañino. Cuando menos artificioso- o con menos apariencia de invención- más falseante. Más alejado de lo vivo. En definitiva, más muerto.

Podemos decir entonces, que a diferencia de la concepción común, en el lenguaje lo más mentiroso es lo más bello y lo “menos” mentiroso es lo más perjudicial. Lo más travesti, menos pernicioso. Lo, a simple vista, menos encubierto; más dañino.

Con la poesía, vemos todo lo que está en ella, nada se agrega, es lo que es. En la información, siempre puede aparecer algún factor oculto que cambie toda concepción anterior. Y caemos en la cuenta de que hemos sido engañados. Eso queda marcado en el alma.

No fue lo mismo ver las imágenes de un piquetero que golpeaba a un taxista con un palo que luego observar cuando esa persona se bajaba de un patrullero minutos antes de realizar aquella cobarde acción. ¿ Qué pasaba si ninguna cámara captaba esas últimas imágenes? La “verdad” hubiese sido otra distinta a la de ahora. Esto nos desilusiona. La poesía no. En ella, está lo que está. Nada más. No se agregan más imágenes que las que estaban. Pero en el acto de desilusión que provoca ver nuevas imágenes reveladoras no caemos en la cuenta de que quizá esa tampoco sea la “realidad”, de que no es la realidad. La realidad, como comúnmente se la concibe, no existe. Lo que sí existe es que una persona recibió terrible golpe de parte de otra. Y eso ya no son palabras.

Como dijo alguna vez Enrique Symms: “Las palabras son fotocopias de imágenes formadas por palabras fotocopiadas”. Se debe agregar que los medios de comunicación son las inmensas fotocopiadoras de imágenes formadas por palabras fotocopiadas por la misma fotocopiadora. Y el virus se propaga a través de ellos. Como hiedra entre las piedras. Como astilla entre uña y carne. Y enferma, atrofia, percude, pudre tu alma y la mía. Las almas. “Las palabras no son lo mejor para estar desnudos”. Las habladurías del mundo no deben poder atraparnos. Los medios de comunicación dicen ser reflejo de la realidad. Decimos, con Borges y Bioy Casares, que los espejos también reflejan; y son abominables


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